Esta es una historia real, y cuenta las desventuras que deben pasar las mujeres que viven con un loco por los automóviles. (mas quenada este caso,. restaurador).
Muchos de nuestros lectores se sentirán retratados pero seguramente "todas" sus mujeres lo verán a usted de una u otra forma.
Me casé pero ya sospechaba algo. Cuando estábamos de novios en aquellas románticas noches en las que caminábamos tomados de la mano, veía como cada tanto daba vuelta la cabeza para ver un cascajo infecto que pasaba cerca nuestro. Pensé que se trataba de una humana distracción, pero no era así.
Ni el Dr. Kildare ni Marcus Weiby ni Traper John pueden ayudarme. Mi marido es un enfermo de C.A.R.S. (Collection Automobile Restoration Syndorme), un mal que no tiene cura; puede ser controlado pero nunca curado.
La convivencia de una pareja no es fácil, pero se vuelve mucho mas difícil aun con un enfermo de CARS. Todas las habituales rencillas que se producen entre un hombre y una mujer pasan a segundo plano. ¿Usted se enoja cuando encuentra sus medias tiradas en el baño? Esto es mucho mejor que encontrar una cremallera de dirección en la mesa de la cocina. ¿El fútbol del domingo a la noche le resulta insoportable? Pruebe sentarse en una mesa donde se juntan mas de dos enfermos de CARS (conocidos también por el término genérico de automobilophilia incurabilis).
Claro que como siempre esto tiene sus ventajas. Donde hay un auto cerca Usted puede olvidarse de sus celos. Las perfectas lineas de una Ferrari Dino podrán minimizar a la mas corta de las minifaldas.
Ocasionalmente llegan periodos en que la enfermedad parece haber desaparecido pero son sólo espejismos, ya que vuelve con renovada virulencia. Aún en aquellas etapas nunca faltan en casa Quattroruote, L'Automobile, Classic Cars, y últimamente Road Test.
Hice todo para tratar de curarlo. Doctores, psicólogos, mecánicos. Nada a pesar de que gurúes y acupunturistas también fueron consultados.
Una vez paseábamos por el interior de la provincia de Buenos Aires y se paró arriba del freno (esta terminología es producto de mi convivencia con él) para un ver espantoso auto viejo. "¿Qué te pasa?" pregunté. "¿Un Fiat! 1100 es?" contestó casi excitado. Tuve la pésima idea de decirle que no le veía nada lindo a un auto que además estaba en pésimas condiciones. "Pero es un TV" me contestó como si debería haberme dado cuenta.
Por la bagatela de 900 dolares lo hizo suyo. El paisano aún está festejando. Pero, maravilla de maravillas, tenía repuestos y un motor adicional. El realidad tenía un solo motor que debió ser armado entre los dos mientras que todos los repuestos (hasta que consiguiéramos donde ubicarlos) fueron a parar a un rincón del jardín, dándole un elegante toque masculino.
Ese fue solo el comienzo y tenemos hoy 12 viejos y horribles autos que usamos ocasionalmente a sabiendas que la posibilidad de quedarse tirado en el Camino Negro, por ejemplo, es mas que cierta. "Eso no importa, lo que vale es manejar estos autos". Debe ser.
Así siguió mi vida hasta que un día cometí el error de decirle que estaba harta de tener fierros viejos en el jardín. Me miró, bajó los ojos, me abrazó (me manchó la camisa con grasa, por supuesto) y me dijo: "Tenes razón". Al día siguiente comenzó a construir el taller porque sus autos ya no podían estar al aire libre.
Los infectados de CARS tienen problemas de proporciones. Debo admitir que mi marido nos da una buena vida a mis hijos y a mi. Tenemos una casa de 1000m2, con un jardín de 300m2, y un garaje de 600m2.
Una vez se conocen los lineamientos básicos de la mentalidad de un enfermo de CARS, comienzan a encontrarse las soluciones.
Rápidamente una se da cuenta de que no puede curarlo. Entonces, deja de pelear para comenzar a controlar la enfermedad.
En forma diferente al alcoholismo o al fanatismo por Boca Juniors, el enfermo de CARS no descuida sus ocupaciones sino que trabaja el doble para poder invertir en sus autos. Su oficina siempre tienen alguna Hemmings Motor News, o Car Exchange o, en casos extremos, un radiador o dos, pero no dejan de trabajar. Los clientes no le prestan atención a estas nimiedades. Tal vez sean potenciales enfermos de CARS
Crease o no la vida de la mujer del enfermo no es toda tan mala. Existen momentos agradables cuando se juntan con sus grupos que pueden denominarse Asociación de Vehiculos Históricos Contemporáneos (¿?), o San Isisdro Cars Club (¿habrán asumido sus enfermedad?). Se juntan para mostrar los autos, para correr durante 6 horas o para viajar a un lugar lejano cumpliendo promedios ridículos que cansan de sólo pensarlos. Pero son felices porque tendrán nuevas aventuras para contar y allí esta lo bueno. Una no tendrá que escuchar siempre las mismas cosas. Este aspecto suele agravarse si el enfermo participó en competencias deportivas. Así yo, por ejemplo, puedo contar con lujo de detalles lo ocurrido en el Gran Premio de 1962.
En cualquier casa de estos enfermos, se podrán encontrar miles de libros de autos, que nunca se sabrá si leyeron en su totalidad.
En esas interesantes bibliotecas pude enterarme de cual era la mejor forma de balancear el cigüeñal de una Bugatti (no se debe olvidar que hay autos femeninos y masculinos) o como fue la evolución del diseño de las ruedas Rudge.
Ahora él admite su enfermedad. Parte de su terapia es juntar viejas insignias en volantes de autos que no conoce o viejisimos carburadores que quedan en un armario por años, pero por el que pagó 200 dólares.
Así pasa nuestra vida. Cada rareza que pasa por las calles es motivo de un comentario que sirve para ampliar nuestros conocimientos automovilísticos aunque en realidad no nos interesen...
Si vuelvo y el no está en casa, no me preocupo. Se que esta en algún taller tratando de conseguir esa pieza que falta. Porque en cuando la consiga "el auto quedará cero".
Se que muchas mujeres lectoras de "Road Test" tienen problemas similares a los míos. Tal vez desde estas paginas pueda interpretarlas.
Se q mas de una novia se puede llegar a sentir identificada..
Muchos de nuestros lectores se sentirán retratados pero seguramente "todas" sus mujeres lo verán a usted de una u otra forma.
Me casé pero ya sospechaba algo. Cuando estábamos de novios en aquellas románticas noches en las que caminábamos tomados de la mano, veía como cada tanto daba vuelta la cabeza para ver un cascajo infecto que pasaba cerca nuestro. Pensé que se trataba de una humana distracción, pero no era así.
Ni el Dr. Kildare ni Marcus Weiby ni Traper John pueden ayudarme. Mi marido es un enfermo de C.A.R.S. (Collection Automobile Restoration Syndorme), un mal que no tiene cura; puede ser controlado pero nunca curado.
La convivencia de una pareja no es fácil, pero se vuelve mucho mas difícil aun con un enfermo de CARS. Todas las habituales rencillas que se producen entre un hombre y una mujer pasan a segundo plano. ¿Usted se enoja cuando encuentra sus medias tiradas en el baño? Esto es mucho mejor que encontrar una cremallera de dirección en la mesa de la cocina. ¿El fútbol del domingo a la noche le resulta insoportable? Pruebe sentarse en una mesa donde se juntan mas de dos enfermos de CARS (conocidos también por el término genérico de automobilophilia incurabilis).
Claro que como siempre esto tiene sus ventajas. Donde hay un auto cerca Usted puede olvidarse de sus celos. Las perfectas lineas de una Ferrari Dino podrán minimizar a la mas corta de las minifaldas.
Ocasionalmente llegan periodos en que la enfermedad parece haber desaparecido pero son sólo espejismos, ya que vuelve con renovada virulencia. Aún en aquellas etapas nunca faltan en casa Quattroruote, L'Automobile, Classic Cars, y últimamente Road Test.
Hice todo para tratar de curarlo. Doctores, psicólogos, mecánicos. Nada a pesar de que gurúes y acupunturistas también fueron consultados.
Una vez paseábamos por el interior de la provincia de Buenos Aires y se paró arriba del freno (esta terminología es producto de mi convivencia con él) para un ver espantoso auto viejo. "¿Qué te pasa?" pregunté. "¿Un Fiat! 1100 es?" contestó casi excitado. Tuve la pésima idea de decirle que no le veía nada lindo a un auto que además estaba en pésimas condiciones. "Pero es un TV" me contestó como si debería haberme dado cuenta.
Por la bagatela de 900 dolares lo hizo suyo. El paisano aún está festejando. Pero, maravilla de maravillas, tenía repuestos y un motor adicional. El realidad tenía un solo motor que debió ser armado entre los dos mientras que todos los repuestos (hasta que consiguiéramos donde ubicarlos) fueron a parar a un rincón del jardín, dándole un elegante toque masculino.
Ese fue solo el comienzo y tenemos hoy 12 viejos y horribles autos que usamos ocasionalmente a sabiendas que la posibilidad de quedarse tirado en el Camino Negro, por ejemplo, es mas que cierta. "Eso no importa, lo que vale es manejar estos autos". Debe ser.
Así siguió mi vida hasta que un día cometí el error de decirle que estaba harta de tener fierros viejos en el jardín. Me miró, bajó los ojos, me abrazó (me manchó la camisa con grasa, por supuesto) y me dijo: "Tenes razón". Al día siguiente comenzó a construir el taller porque sus autos ya no podían estar al aire libre.
Los infectados de CARS tienen problemas de proporciones. Debo admitir que mi marido nos da una buena vida a mis hijos y a mi. Tenemos una casa de 1000m2, con un jardín de 300m2, y un garaje de 600m2.
Una vez se conocen los lineamientos básicos de la mentalidad de un enfermo de CARS, comienzan a encontrarse las soluciones.
Rápidamente una se da cuenta de que no puede curarlo. Entonces, deja de pelear para comenzar a controlar la enfermedad.
En forma diferente al alcoholismo o al fanatismo por Boca Juniors, el enfermo de CARS no descuida sus ocupaciones sino que trabaja el doble para poder invertir en sus autos. Su oficina siempre tienen alguna Hemmings Motor News, o Car Exchange o, en casos extremos, un radiador o dos, pero no dejan de trabajar. Los clientes no le prestan atención a estas nimiedades. Tal vez sean potenciales enfermos de CARS
Crease o no la vida de la mujer del enfermo no es toda tan mala. Existen momentos agradables cuando se juntan con sus grupos que pueden denominarse Asociación de Vehiculos Históricos Contemporáneos (¿?), o San Isisdro Cars Club (¿habrán asumido sus enfermedad?). Se juntan para mostrar los autos, para correr durante 6 horas o para viajar a un lugar lejano cumpliendo promedios ridículos que cansan de sólo pensarlos. Pero son felices porque tendrán nuevas aventuras para contar y allí esta lo bueno. Una no tendrá que escuchar siempre las mismas cosas. Este aspecto suele agravarse si el enfermo participó en competencias deportivas. Así yo, por ejemplo, puedo contar con lujo de detalles lo ocurrido en el Gran Premio de 1962.
En cualquier casa de estos enfermos, se podrán encontrar miles de libros de autos, que nunca se sabrá si leyeron en su totalidad.
En esas interesantes bibliotecas pude enterarme de cual era la mejor forma de balancear el cigüeñal de una Bugatti (no se debe olvidar que hay autos femeninos y masculinos) o como fue la evolución del diseño de las ruedas Rudge.
Ahora él admite su enfermedad. Parte de su terapia es juntar viejas insignias en volantes de autos que no conoce o viejisimos carburadores que quedan en un armario por años, pero por el que pagó 200 dólares.
Así pasa nuestra vida. Cada rareza que pasa por las calles es motivo de un comentario que sirve para ampliar nuestros conocimientos automovilísticos aunque en realidad no nos interesen...
Si vuelvo y el no está en casa, no me preocupo. Se que esta en algún taller tratando de conseguir esa pieza que falta. Porque en cuando la consiga "el auto quedará cero".
Se que muchas mujeres lectoras de "Road Test" tienen problemas similares a los míos. Tal vez desde estas paginas pueda interpretarlas.
Se q mas de una novia se puede llegar a sentir identificada..
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