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Como ven el Pais?
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Re: Como ven el Pais?
Ja, lean esto: hasta PAGINA12 y la intelectualidad bienpensante ya se rinden ante Mauricio.
#novuelvenmas
https://www.pagina12.com.ar/56997-el...olpe-de-suerte
17 de agosto de 2017 · Actualizado hace 13 hs
Opinión
El macrismo no es un golpe de suerte
Por José Natanson
¿Cómo se explica la victoria de Cambiemos en las elecciones del domingo? Propongo un método bastante empírico para enfrentar el desafío de entender los resultados: consiste en hacer de cuenta que el macrismo gobierna la ciudad de Buenos Aires desde hace una década, que hace dos años sorprendió con su victoria bonaerense y nacional y que, transcurrida la mitad de su mandato, logró revalidarse de manera contundente. Propongo, en suma, olvidarnos por un rato de las memes de Esteban Bullrich, sacudirnos el rechazo instintivo que nos genera la contemplación de la puesta en escena de sus festejos y, por fin, empezar a tomárnoslo en serio.
Los motivos del triunfo, entonces. Como viene ocurriendo, Cambiemos desplegó una campaña profesional que se ajustó a lo que Jaime Durán Barba define como “disciplina estratégica”, es decir que no se apartó de la línea trazada, y que incluyó esfuerzos importantes como la abrumadora blitzkrieg mediática de María Eugenia Vidal de las 48 horas previas a la veda. Sin embargo, hay algo más que una simple habilidad táctica detrás del triunfo del macrismo, que el domingo pasado logró consolidarse como la fuerza más votada a nivel nacional, mejoró su performance respecto del 2015 y derrotó al peronismo en bastiones históricos. ¿Qué tendencias sociales consiguió interpelar? ¿Qué entendió Macri de la Argentina?
En primer lugar, el Gobierno identificó temas que venían generando una creciente preocupación social y sobre los cuales el kirchnerismo no había elaborado una política concluyente, entre los que se destaca el del narcotráfico. Por supuesto que el abordaje demagógico elegido no logrará resolverlo e incluso es probable que, como ha ocurrido con otros líderes latinoamericanos punitivistas, en algún momento se le vuelva en contra. Por el momento, sin embargo, alcanza con nombrarlo: no hace falta llevar años invertidos en sesiones lacanianas de veinte minutos para entender el alivio profundo que produce el mero hecho de poner en palabras un problema, de nombrar lo que hasta el momento permanecía callado.
La política exige muchas cosas, entre ellas la capacidad de detectar las angustias sociales: el narcotráfico puede parecer extraño para quienes nos relacionamos con la droga a través de una maceta y vivimos en barrios alejados de la densa trama de relaciones entre capos, transas y soldaditos, pero aparece como una amenaza cotidiana, casi existencial, para quienes se ven obligados a convivir con él todos los días. La línea antimafia que subraya Vidal, presentada como una cruzada contra los poderes oscuros de la provincia, y las diversas declinaciones del giro punitivista oficial, son la respuesta –insisto: equivocada y peligrosa– a este problema.
Pero hay algo más que la puntería programática detrás de la victoria oficialista en las PASO. Cambiemos, ya lo hemos señado, expresa una nueva derecha: democrática, dispuesta a marcar diferencias económicas con la derecha noventista, y socialmente no inclusiva pero sí compasiva. Para transmitir con eficacia esta idea fuerte, el macrismo se apoya en dos pilares. El primero es la decisión de prolongar el generoso entramado de políticas sociales construido por el kirchnerismo: Asignación Universal, jubilaciones, incluso las cooperativas del Argentina Trabaja, que en su momento había denunciado como un foco de clientelismo y corrupción. El segundo es su gestión en la Ciudad de Buenos Aires: como durante sus dos mandatos como jefe de gobierno Macri no rompió el consenso en torno a la universalidad de los servicios públicos (no privatizó las escuelas ni los hospitales y no les prohibió a los bonaerenses, ni siquiera a los paraguayos, atenderse en ellos), pudo construir la imagen de una administración eficiente y moderada, que además produjo una mejora importante del transporte público y que volcó recursos tanto al espacio público de parques y plazas como a la oferta cultural orientada a clase media.
Esto no implica, aclaremos nuevamente, una evaluación positiva de su performance al frente del gobierno de ciudad, sino apenas reconocer que si se hubiera comportado de otro modo probablemente no hubiera ganado todas las elecciones porteñas desde 2007 y quizás tampoco la Presidencia. Porque el espejo de esta caracterización sosegada del macrismo es el agitado paisaje de trazo grueso que durante demasiado tiempo quiso pintar el kirchnerismo: la consigna “Macri basura/vos sos la dictadura”, en particular, reflejaba la incapacidad para comprender la verdadera naturaleza de la criatura política que tenía enfrente.
Y en este sentido cabe preguntarse también si la insistencia en equiparar al macrismo con el menemismo noventista no resulta a esta altura igualmente estéril: aunque su programa macroeconómico de metas de inflación, altas tasas de interés y bicicleta financiera se alinea claramente con la ortodoxia, la decisión de no recortar el gasto público ni recurrir al despido masivo de empleados estatales, junto a la promesa de no reprivatizar las empresas públicas (ni siquiera aquellas que, como Aerolíneas, generan pérdidas), marca un contraste con los 90. El de Macri es un neoliberalismo desregulador, aperturista, anti-industrialista y, por supuesto, socialmente regresivo, pero no privatizador ni anti-estatista. Quizás esto explique por qué, pese al deterioro ostensible de la situación socioeconómica, un sector importante de la sociedad cree en la promesa oficial de que las cosas mejorarán pronto.
Sucede que el neoliberalismo macrista incluye también una propuesta de justicia, sintetizada en la perspectiva de igualdad de oportunidades, la única referencia más o menos abstracta que el presidente se atreve a incluir en sus discursos. A menudo acompañada por exhortaciones a recuperar la “cultura del trabajo” y evitar “los atajos y las avivadas”, la igualdad de oportunidades es la respuesta que filósofos liberales notables, como John Rawls y Amartya Sen, han encontrado a las dificultades para congeniar igualdad y libertad en las sociedades contemporáneas. Aterrizada en la Argentina de hoy, la perspectiva encarna en el trabajador meritocrático, el verdadero sujeto social de esta nueva batalla cultural, y sintoniza con la tradición inmigrante que es parte constitutiva de nuestra cultura política: la idea de progreso en base al esfuerzo individual (a lo sumo familiar) que le permite al que llegó con una mano atrás y otra adelante progresar hasta ascender al mundo alfombrado de la clase media: el mito de “mi hijo el dotor”.
Antes de que lluevan los tomates, aclaremos: que el oficialismo formule este discurso no implica que la gestión concreta de su gobierno lo esté llevando a la práctica ni que sus principales dirigentes sean ejemplos de self-made men: el del macrismo es un caso asombroso de herederos meritócratas. Pero el objetivo de esta nota no es denunciar la simulación de Cambiemos ni desnudar la oscuridad de su alma verdadera sino entender por qué sus propuestas resultan convincentes, indagar los motivos profundos de su eficacia, entender por qué funciona.
El macrismo ha logrado expresar también ciertas marcas de la época. Sus apelaciones a los valores pos-materiales, aquellos que van más allá de las necesidades cotidianas de supervivencia, resultan seductoras para las clases medias acomodadas en un contexto de hipersegmentación social, en donde los sectores más privilegiados llevan una vida más parecida a la de sus pares sociales de Nueva York o París que a los sufridos compatriotas que viven en el Conurbano, a un colectivo de distancia. Esto se verifica en las vagas tonalidades ambientalistas del slogan “ciudad verde”, en la importancia atribuida al cuidado de uno mismo (expresada en la retórica new age, las bicisendas, las ferias de comida saludable) y en una revalorización de la cotidianeidad frente al sacrificio totalizante que exigía la militancia kirchnerista (Macri insiste con que sus funcionarios deben volver a casa antes de que anochezca a cenar en familia). Todos estos aspectos, fomentados por una gestión multi-target que se segmenta en sectores tan específicos como la secta de los runners, los reclamos éticos de los veganos y las demandas insondables de los amantes de mascotas, terminan de completar la idea del macrismo como una fuerza política moderna y cosmopolita, a la altura de los tiempos.
Por último, Cambiemos se presenta como una renovación modernizante de la política. Sin entrar una vez más en discusiones acerca de la realidad concreta de sus acciones (la manipulación del escrutinio bonaerense desmiente este supuesto higienismo), señalemos que, auto-reivindicado como el primer partido político del siglo XXI, el macrismo se proclama como un paso adelante respecto de los vicios y las mañas de las agrupaciones tradicionales.
Más pendiente de la época que de la épica, el oficialismo defiende una visión anti-heroica de los asuntos públicos, una reivindicación de la normalidad cuya gran escenificación es el timbreo. Concebido como un contacto directo entre el funcionario y las personas, el timbreo es espontáneo, informal, casi diríamos puro, en contraste con la forma favorita del populismo: el acto de masas y toda su parafernalia de organización, traslado, protocolo de oradores y largas negociaciones previas por los lugares en el palco. Decisivamente, el timbreo permite desplazar el eje del ciudadano al vecino. Aunque quien pulse el timbre sea un funcionario nacional, incluso un ministro, la gobernadora o el mismísimo presidente, la política se hace, en un pase de manos mágico, local: el mensaje es que son los problemas inmediatos y cotidianos los que realmente importan, los que el político, como muestran las fotos que luego circulan por los medios, se acerca a escuchar.
El efecto es individualizante. Lejos de las asambleas, las movilizaciones o cualquier otra forma de apelación colectiva, el timbreo es la operación ideal de la política macrista porque sintoniza con su concepción de la sociedad como una agregación de individualidades. Al limitarse a un contacto bilateral funcionario-vecino, el timbreo apunta a la particularidad de cada persona: la singularidad de su problema concreto prevalece sobre su condición de clase o filiación política, que es lo que al fin y al cabo lo que hermana a los individuos en una identidad común y lo que, en última instancia, los construye como iguales.
Rebobinemos antes de concluir. La amplia victoria oficialista en las PASO se explica por sus dotes de campaña pero también por el hecho de que expresa una alternativa política capaz de conectar con amplios sectores sociales. El macrismo no es, por recurrir a la fórmula de Ricardo Forster, una anomalía, un accidente o un golpe de suerte; es una fuerza potente que se encuentra en el trance de construir una nueva hegemonía. Los resultados socialmente negativos de sus políticas, el fondo individualista que late detrás de sus decisiones, la concepción liberal de justicia sobre la que sostiene su discurso lo empujan sin remedio a la derecha del cuadrante ideológico, pero es una derecha democrática y renovada, que hasta el momento estaba ausente de nuestra escena política. Esa es la gran novedad, la noticia que la oposición debería registrar si de verdad desea ganarle en octubre.
* Director de Le Monde Diplomatique, Edición Cono Sur
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Re: Como ven el Pais?
Originally posted by Christian CW View PostLa depresión de Luis D´Elia: QUIERO VIVIR ENCERRADO LOS PRÓXIMOS AÑOS
http://data24.com.ar/detalle/6008/la...s-prximos-aos/
En el penal de Ezeiza hay lugar para vos
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Re: Como ven el Pais?
Originally posted by elreydelbosque View PostLo vi ayer, se cagaron de risa mal, le cabe por gil
Los kukas ahora dicen que es un programa macrista donde Branca trabaja de kernerista
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Re: Como ven el Pais?
Originally posted by marceloDC View PostJa, lean esto: hasta PAGINA12 y la intelectualidad bienpensante ya se rinden ante Mauricio.
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El macrismo no es un golpe de suerte
Por José Natanson
¿Cómo se explica la victoria de Cambiemos en las elecciones del domingo? Propongo un método bastante empírico para enfrentar el desafío de entender los resultados: consiste en hacer de cuenta que el macrismo gobierna la ciudad de Buenos Aires desde hace una década, que hace dos años sorprendió con su victoria bonaerense y nacional y que, transcurrida la mitad de su mandato, logró revalidarse de manera contundente. Propongo, en suma, olvidarnos por un rato de las memes de Esteban Bullrich, sacudirnos el rechazo instintivo que nos genera la contemplación de la puesta en escena de sus festejos y, por fin, empezar a tomárnoslo en serio.
Los motivos del triunfo, entonces. Como viene ocurriendo, Cambiemos desplegó una campaña profesional que se ajustó a lo que Jaime Durán Barba define como “disciplina estratégica”, es decir que no se apartó de la línea trazada, y que incluyó esfuerzos importantes como la abrumadora blitzkrieg mediática de María Eugenia Vidal de las 48 horas previas a la veda. Sin embargo, hay algo más que una simple habilidad táctica detrás del triunfo del macrismo, que el domingo pasado logró consolidarse como la fuerza más votada a nivel nacional, mejoró su performance respecto del 2015 y derrotó al peronismo en bastiones históricos. ¿Qué tendencias sociales consiguió interpelar? ¿Qué entendió Macri de la Argentina?
En primer lugar, el Gobierno identificó temas que venían generando una creciente preocupación social y sobre los cuales el kirchnerismo no había elaborado una política concluyente, entre los que se destaca el del narcotráfico. Por supuesto que el abordaje demagógico elegido no logrará resolverlo e incluso es probable que, como ha ocurrido con otros líderes latinoamericanos punitivistas, en algún momento se le vuelva en contra. Por el momento, sin embargo, alcanza con nombrarlo: no hace falta llevar años invertidos en sesiones lacanianas de veinte minutos para entender el alivio profundo que produce el mero hecho de poner en palabras un problema, de nombrar lo que hasta el momento permanecía callado.
La política exige muchas cosas, entre ellas la capacidad de detectar las angustias sociales: el narcotráfico puede parecer extraño para quienes nos relacionamos con la droga a través de una maceta y vivimos en barrios alejados de la densa trama de relaciones entre capos, transas y soldaditos, pero aparece como una amenaza cotidiana, casi existencial, para quienes se ven obligados a convivir con él todos los días. La línea antimafia que subraya Vidal, presentada como una cruzada contra los poderes oscuros de la provincia, y las diversas declinaciones del giro punitivista oficial, son la respuesta –insisto: equivocada y peligrosa– a este problema.
Pero hay algo más que la puntería programática detrás de la victoria oficialista en las PASO. Cambiemos, ya lo hemos señado, expresa una nueva derecha: democrática, dispuesta a marcar diferencias económicas con la derecha noventista, y socialmente no inclusiva pero sí compasiva. Para transmitir con eficacia esta idea fuerte, el macrismo se apoya en dos pilares. El primero es la decisión de prolongar el generoso entramado de políticas sociales construido por el kirchnerismo: Asignación Universal, jubilaciones, incluso las cooperativas del Argentina Trabaja, que en su momento había denunciado como un foco de clientelismo y corrupción. El segundo es su gestión en la Ciudad de Buenos Aires: como durante sus dos mandatos como jefe de gobierno Macri no rompió el consenso en torno a la universalidad de los servicios públicos (no privatizó las escuelas ni los hospitales y no les prohibió a los bonaerenses, ni siquiera a los paraguayos, atenderse en ellos), pudo construir la imagen de una administración eficiente y moderada, que además produjo una mejora importante del transporte público y que volcó recursos tanto al espacio público de parques y plazas como a la oferta cultural orientada a clase media.
Esto no implica, aclaremos nuevamente, una evaluación positiva de su performance al frente del gobierno de ciudad, sino apenas reconocer que si se hubiera comportado de otro modo probablemente no hubiera ganado todas las elecciones porteñas desde 2007 y quizás tampoco la Presidencia. Porque el espejo de esta caracterización sosegada del macrismo es el agitado paisaje de trazo grueso que durante demasiado tiempo quiso pintar el kirchnerismo: la consigna “Macri basura/vos sos la dictadura”, en particular, reflejaba la incapacidad para comprender la verdadera naturaleza de la criatura política que tenía enfrente.
Y en este sentido cabe preguntarse también si la insistencia en equiparar al macrismo con el menemismo noventista no resulta a esta altura igualmente estéril: aunque su programa macroeconómico de metas de inflación, altas tasas de interés y bicicleta financiera se alinea claramente con la ortodoxia, la decisión de no recortar el gasto público ni recurrir al despido masivo de empleados estatales, junto a la promesa de no reprivatizar las empresas públicas (ni siquiera aquellas que, como Aerolíneas, generan pérdidas), marca un contraste con los 90. El de Macri es un neoliberalismo desregulador, aperturista, anti-industrialista y, por supuesto, socialmente regresivo, pero no privatizador ni anti-estatista. Quizás esto explique por qué, pese al deterioro ostensible de la situación socioeconómica, un sector importante de la sociedad cree en la promesa oficial de que las cosas mejorarán pronto.
Sucede que el neoliberalismo macrista incluye también una propuesta de justicia, sintetizada en la perspectiva de igualdad de oportunidades, la única referencia más o menos abstracta que el presidente se atreve a incluir en sus discursos. A menudo acompañada por exhortaciones a recuperar la “cultura del trabajo” y evitar “los atajos y las avivadas”, la igualdad de oportunidades es la respuesta que filósofos liberales notables, como John Rawls y Amartya Sen, han encontrado a las dificultades para congeniar igualdad y libertad en las sociedades contemporáneas. Aterrizada en la Argentina de hoy, la perspectiva encarna en el trabajador meritocrático, el verdadero sujeto social de esta nueva batalla cultural, y sintoniza con la tradición inmigrante que es parte constitutiva de nuestra cultura política: la idea de progreso en base al esfuerzo individual (a lo sumo familiar) que le permite al que llegó con una mano atrás y otra adelante progresar hasta ascender al mundo alfombrado de la clase media: el mito de “mi hijo el dotor”.
Antes de que lluevan los tomates, aclaremos: que el oficialismo formule este discurso no implica que la gestión concreta de su gobierno lo esté llevando a la práctica ni que sus principales dirigentes sean ejemplos de self-made men: el del macrismo es un caso asombroso de herederos meritócratas. Pero el objetivo de esta nota no es denunciar la simulación de Cambiemos ni desnudar la oscuridad de su alma verdadera sino entender por qué sus propuestas resultan convincentes, indagar los motivos profundos de su eficacia, entender por qué funciona.
El macrismo ha logrado expresar también ciertas marcas de la época. Sus apelaciones a los valores pos-materiales, aquellos que van más allá de las necesidades cotidianas de supervivencia, resultan seductoras para las clases medias acomodadas en un contexto de hipersegmentación social, en donde los sectores más privilegiados llevan una vida más parecida a la de sus pares sociales de Nueva York o París que a los sufridos compatriotas que viven en el Conurbano, a un colectivo de distancia. Esto se verifica en las vagas tonalidades ambientalistas del slogan “ciudad verde”, en la importancia atribuida al cuidado de uno mismo (expresada en la retórica new age, las bicisendas, las ferias de comida saludable) y en una revalorización de la cotidianeidad frente al sacrificio totalizante que exigía la militancia kirchnerista (Macri insiste con que sus funcionarios deben volver a casa antes de que anochezca a cenar en familia). Todos estos aspectos, fomentados por una gestión multi-target que se segmenta en sectores tan específicos como la secta de los runners, los reclamos éticos de los veganos y las demandas insondables de los amantes de mascotas, terminan de completar la idea del macrismo como una fuerza política moderna y cosmopolita, a la altura de los tiempos.
Por último, Cambiemos se presenta como una renovación modernizante de la política. Sin entrar una vez más en discusiones acerca de la realidad concreta de sus acciones (la manipulación del escrutinio bonaerense desmiente este supuesto higienismo), señalemos que, auto-reivindicado como el primer partido político del siglo XXI, el macrismo se proclama como un paso adelante respecto de los vicios y las mañas de las agrupaciones tradicionales.
Más pendiente de la época que de la épica, el oficialismo defiende una visión anti-heroica de los asuntos públicos, una reivindicación de la normalidad cuya gran escenificación es el timbreo. Concebido como un contacto directo entre el funcionario y las personas, el timbreo es espontáneo, informal, casi diríamos puro, en contraste con la forma favorita del populismo: el acto de masas y toda su parafernalia de organización, traslado, protocolo de oradores y largas negociaciones previas por los lugares en el palco. Decisivamente, el timbreo permite desplazar el eje del ciudadano al vecino. Aunque quien pulse el timbre sea un funcionario nacional, incluso un ministro, la gobernadora o el mismísimo presidente, la política se hace, en un pase de manos mágico, local: el mensaje es que son los problemas inmediatos y cotidianos los que realmente importan, los que el político, como muestran las fotos que luego circulan por los medios, se acerca a escuchar.
El efecto es individualizante. Lejos de las asambleas, las movilizaciones o cualquier otra forma de apelación colectiva, el timbreo es la operación ideal de la política macrista porque sintoniza con su concepción de la sociedad como una agregación de individualidades. Al limitarse a un contacto bilateral funcionario-vecino, el timbreo apunta a la particularidad de cada persona: la singularidad de su problema concreto prevalece sobre su condición de clase o filiación política, que es lo que al fin y al cabo lo que hermana a los individuos en una identidad común y lo que, en última instancia, los construye como iguales.
Rebobinemos antes de concluir. La amplia victoria oficialista en las PASO se explica por sus dotes de campaña pero también por el hecho de que expresa una alternativa política capaz de conectar con amplios sectores sociales. El macrismo no es, por recurrir a la fórmula de Ricardo Forster, una anomalía, un accidente o un golpe de suerte; es una fuerza potente que se encuentra en el trance de construir una nueva hegemonía. Los resultados socialmente negativos de sus políticas, el fondo individualista que late detrás de sus decisiones, la concepción liberal de justicia sobre la que sostiene su discurso lo empujan sin remedio a la derecha del cuadrante ideológico, pero es una derecha democrática y renovada, que hasta el momento estaba ausente de nuestra escena política. Esa es la gran novedad, la noticia que la oposición debería registrar si de verdad desea ganarle en octubre.
* Director de Le Monde Diplomatique, Edición Cono Sur
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Re: Como ven el Pais?
Originally posted by marceloDC View Postotro menos, me gusto como madrugaron a los kerneristas.
http://www.lanacion.com.ar/2054014-m...duardo-freiler
Consejo de la Magistratura: el oficialismo aprobó el juicio político y la suspensión de Eduardo Freiler
El macrismo logró la mayoría necesaria para separar al camarista, ya que el senador peronista Mario Pais, que reemplaza Ruperto Godoy, aún no asumió
Godoy asiste al Consejo de la Magistratura pese al fallo que ordenó su apartamiento. Foto: LA NACION / Emiliano Lasalvia
JUEVES 17 DE AGOSTO DE 2017 • 10:32
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Plenario del Consejo de la Magistratura: buscan remover a Freiler. Foto: LA NACION / Emiliano Lasalvia
El macrismo aprovechó hoy el cambio de la composición del Consejo de la Magistratura para suspender y aprobar el juicio político contra el camarista Eduardo Freiler, a quien vinculan con el kirchnerismo. El organismo encargado de designar y remover jueces se reunió esta mañana en un plenario, luego de que la Justicia ordenara desplazar al senador del Frente para la Victoria (FpV) Ruperto Godoy por no tener el título de abogado.
El reemplazante de Godoy, el senador peronista Mario Pais, no participó de la reunión porque la Corte Suprema de Justicia aún no le tomó juramento. El oficialismo aprovechó esta circunstancia para llegar a los dos tercios necesarios (8 votos) para aprobar el juicio político de Freiler y separarlo de su cargo.
Finalmente, Godoy asistió a la reunión y sostuvo que seguía ejerciendo sus funciones de consejero hasta que la Corte le tome juramento a Pais. La presidenta del Consejo, Adriana Donato, rechazó el argumento del senador kirchneirsta y avanzó con la votación del caso Freiler.
Rodolfo Tailhade (FPV), en el plenario del Consejo de la Magistratura. Foto: LA NACION / Emiliano Lasalvia
El dictamen que pedía la suspensión y el juicio político contra Freiler, que fue aprobado por la Comisión de Disciplina y Acusación del Consejo, no había podido prosperar hasta hoy. El oficialismo no llegaba a reunir los nueve votos necesarios, que serían los dos tercios de los 13 consejeros que integran el cuerpo.
Con la ausencia de Pais, el oficialismo obtuvo momentáneamente la mayoría necesaria para separar a Freiler.
El Gobierno considera que el camarista responde a las órdenes del kirchnerismo y lo acusa de no poder justificar sus bienes.
La Justicia ordenó ayer que Godoy dejara su cargo porque no cumplía con el requisito de ser abogado, a partir de un amparo presentado por el abogado porteño y ex integrante del Consejo de la Magistratura Alejandro Fargosi.
El ex consejero planteó la inconstitucionalidad del artículo de la nueva ley del consejo, que había quitado la obligación de ser abogado para integrar ese cuerpo.
Ayer, el FPV se movió para que el presidente de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, Ricardo Lorenzetti , tomara juramento a Pais. En un momento se informó que la ceremonia sería hoy mismo, pero luego quedó en suspenso, a la espera de un acuerdo entre los integrantes del máximo tribunal.
Decían que Macri y su equipo eran como la Alianza... JAJAJJAJAJAJA
Como se la pusieron hasta el pecho haciendo el gol en el minuto 90, no vuelven nunca mas.
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Re: Como ven el Pais?
primero la columna de Natanson en Pagina12 y ahora estas declaraciones de Guastavino y Pichetto, lentamente se van dando cuenta que #novuelvenmas
http://www.lanacion.com.ar/2054032-e...erentes-claves
Para Miguel Pichetto, el peronismo se encuentra "sin liderazgos ni referentes claves"
El jefe de bloque de senadores del PJ criticó a Cristina Kirchner por haber dividido al partido
JUEVES 17 DE AGOSTO DE 2017 • 12:33
Laura SerraSEGUIR
LA NACION
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Miguel Pichetto, el jefe de bloque de senadores del PJ. Foto: Archivo
El jefe de bloque de senadores del PJ, Miguel Pichetto, vaticinó hoy que si se proyectan los resultados de las elecciones primarias del domingo pasado a las generales de octubre, el peronismo "está en problemas" ya que perdió en distritos clave y lo encuentra "sin liderazgos ni referentes clave".
"El peronismo atraviesa una crisis muy profunda, la más importante desde el retorno de la democracia", enfatizó. "Es probable que el peronismo siga en el llano, como el PRI en México, que tardó 12 años en volver al poder", admitió e instó a que el PJ se reconstruya como un partido de centro nacional. "No somos la izquierda porteña", enfatizó.
En este marco críticó con dureza a la ex presidenta Cristina Kirchner por "haber dividido al ejército" (en alusión al peronismo) y no haber acordado con Florencio Randazzo .
"Si se hubiera competido unido en las primarias, habría obtenido el 35% más el 5% de los votos. Con el 40 %, el peronismo hubiera sido dominante en Buenos Aires y otra hubiera sido la proyección hacia octubre", dijo.
El senador hizo estas declaraciones está mañana en un encuentro organizado por la Fundación de Estudios Políticos, Económicos y Sociales para la Nueva Argentina, donde participaron, además, el senador Federico Pinedo y el consultor político Carlos Fara.Last edited by marceloDC; 17-08-2017, 19:18.
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