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-12-2014, 01:30| Neuquén |PROVINCIA
La historia del japon21és que va a la escuela primaria en un tractor
Tiene 79 años y asiste a un colegio para adultos. Pasó su infancia trabajando en el campo durante la Segunda Guerra Mundial.
Cosechó hortalizas y verduras en Paraguay, Brasil y Misiones. En 1977 arribó junto a su familia a la Patagonia.
Tras sufrir un violento asalto en una chacra de Río Negro, en el que perdió su mano izquierda, en 1982 se radicó en Neuquén.
PABLO MONTANARO
montanarop@lmneuquen.com.ar
NEUQUÉN
Un chico japonés de 6 años se pasaba todo el día trabajando la tierra junto a su familia en plena Segunda Guerra Mundial. Un tiempo después se lo ve recorriendo varios kilómetros en bicicleta para asistir al colegio, y más tarde llegando a la Escuela Primaria para Adultos 1 (EPA), en la calle Richieri de Neuquén, manejando un tractor. Tres imágenes que parecen sacadas de una película, cuyo protagonista es un sobreviviente de esa contienda bélica que dejó entre 50 y 70 millones de víctimas. Imágenes que retratan la vida de Hideki Sano, nacido el 17 de febrero de 1935, en Shizuoka, ciudad de Japón cercana al monte Fuji.
A dos meses de cumplir los 80 años, el combate que a veces libra con ciertas palabras en castellano no empaña su lucidez para desplegar su historia.
A los 4 años tuvo que comprender que la patria era todo y había que defenderla, no importaba el resto. Pasó su infancia desde que amanecía hasta que oscurecía en los montes sembrando alimentos junto a sus padres, hermanos y abuelos, que luego eran destinados a los soldados “y muy poco les quedaba para alimentarse ellos”. Con tristeza, afirma que “no tiene ningún recuerdo de estar jugando cuando era chico; todo era trabajo”. Aunque pasaron más de 70 años, recuerda que la guerra no era lo que más tristeza le causaba, sino sufrir el hambre.
Al finalizar la guerra, en agosto de 1945, pudo estudiar la secundaria en una escuela técnica nocturna tras caminar todos los días 20 kilómetros desde su casa, hasta que pudo comprarse una bicicleta usada. Se recibió de técnico mecánico, pero su deseo era convertirse en maestro.
“Otra vez guerra no”, dice que gritó su padre cuando llegaron al puerto de la ciudad de Buenos Aires buscando un futuro mejor, después de dos meses de travesía en un barco holandés. Es que ese mediodía del 16 de junio de 1955 40 aviones de la Fuerza Aérea y de la Aviación de la Marina bombardearon la Plaza de Mayo y la Casa de Gobierno intentando asesinar al presidente Juan Perón. “Mi padre había visto en Japón un diario en el que decía que los países de Sudamérica esperaban personas que quisieran trabajar”, comenta.
Como no pudieron desembarcar, siguieron hasta Paraguay. Allí conoció a Miyoko, una joven campesina que también había llegado desde Japón junto a su familia. “Yo tenía 22 años y ella 17 cuando nos casamos. Después nos fuimos a Brasil, donde trabajé plantando hortalizas y verduras en Punta Porá, que estaba en la frontera con la ciudad paraguaya de Pedro Juan Caballero”, relata.
Por entonces, Hideki se dio cuenta de que el sueño de su padre de que “el éxito estaba en Sudamérica” se desmoronó y comenzó un periplo que los llevó a Misiones, Mar del Plata y Buenos Aires. En la capital de la Argentina, Hideki aprendió el oficio de floricultura y a fabricar invernaderos.
Con todo el dinero que la familia logró juntar, en 1977 decidieron instalarse en la Patagonia, primero en una chacra de Villa Regina (Río Negro), donde cosecharon hortalizas y también claveles, y después en Huergo (Río Negro), donde sufrió un violento asalto en el que perdió la mano izquierda. Esa situación lo llevó, en 1982, a radicarse en Neuquén, en el barrio Confluencia Rural.
Su espíritu inquieto de aprender de todo lo llevó a tomar clases particulares con un profesor. Pero un día decidió asistir a una escuela para adultos. “Hacía muchos años que no pisaba un aula y fue muy emocionante hacerlo”, afirma. Su hija comenta: “Cuando lo veían llegar con el tractor se asustaban”.
Confiesa que lo que más le gusta es matemática, pero también desea aprender bien el castellano. Su interés por el aprendizaje lo llevó a hacer tres veces el séptimo grado. “Además me gusta conversar y debatir sobre política, historia y escribir literatura”, agrega mientras muestra un periódico de la colectividad japonesa en el que escribe sus vivencias.
"Queríamos arroz, no fiambre"
Hideki tenía 20 años cuando junto con sus padres llegó al puerto de Buenos Aires, donde no pudieron desembarcar porque los aviones estaban bombardeando la Plaza de Mayo. "Una verdadera mala suerte haber llegado ese día", dice.
Estuvieron unos cuantos días arriba del barco holandés tras dos meses de viaje. De aquel momento de incertidumbre, lo que más recuerda es ver a los obreros comiendo fiambres y bifes. "Nos asustamos, nunca habíamos visto esa comida. Teníamos hambre y no queríamos comer fiambre sino arroz", recuerda.
si pudiesemos copiar un 10% la cultura de esta gente
La historia del japon21és que va a la escuela primaria en un tractor
Tiene 79 años y asiste a un colegio para adultos. Pasó su infancia trabajando en el campo durante la Segunda Guerra Mundial.
Cosechó hortalizas y verduras en Paraguay, Brasil y Misiones. En 1977 arribó junto a su familia a la Patagonia.
Tras sufrir un violento asalto en una chacra de Río Negro, en el que perdió su mano izquierda, en 1982 se radicó en Neuquén.
PABLO MONTANARO
montanarop@lmneuquen.com.ar
NEUQUÉN
Un chico japonés de 6 años se pasaba todo el día trabajando la tierra junto a su familia en plena Segunda Guerra Mundial. Un tiempo después se lo ve recorriendo varios kilómetros en bicicleta para asistir al colegio, y más tarde llegando a la Escuela Primaria para Adultos 1 (EPA), en la calle Richieri de Neuquén, manejando un tractor. Tres imágenes que parecen sacadas de una película, cuyo protagonista es un sobreviviente de esa contienda bélica que dejó entre 50 y 70 millones de víctimas. Imágenes que retratan la vida de Hideki Sano, nacido el 17 de febrero de 1935, en Shizuoka, ciudad de Japón cercana al monte Fuji.
A dos meses de cumplir los 80 años, el combate que a veces libra con ciertas palabras en castellano no empaña su lucidez para desplegar su historia.
A los 4 años tuvo que comprender que la patria era todo y había que defenderla, no importaba el resto. Pasó su infancia desde que amanecía hasta que oscurecía en los montes sembrando alimentos junto a sus padres, hermanos y abuelos, que luego eran destinados a los soldados “y muy poco les quedaba para alimentarse ellos”. Con tristeza, afirma que “no tiene ningún recuerdo de estar jugando cuando era chico; todo era trabajo”. Aunque pasaron más de 70 años, recuerda que la guerra no era lo que más tristeza le causaba, sino sufrir el hambre.
Al finalizar la guerra, en agosto de 1945, pudo estudiar la secundaria en una escuela técnica nocturna tras caminar todos los días 20 kilómetros desde su casa, hasta que pudo comprarse una bicicleta usada. Se recibió de técnico mecánico, pero su deseo era convertirse en maestro.
“Otra vez guerra no”, dice que gritó su padre cuando llegaron al puerto de la ciudad de Buenos Aires buscando un futuro mejor, después de dos meses de travesía en un barco holandés. Es que ese mediodía del 16 de junio de 1955 40 aviones de la Fuerza Aérea y de la Aviación de la Marina bombardearon la Plaza de Mayo y la Casa de Gobierno intentando asesinar al presidente Juan Perón. “Mi padre había visto en Japón un diario en el que decía que los países de Sudamérica esperaban personas que quisieran trabajar”, comenta.
Como no pudieron desembarcar, siguieron hasta Paraguay. Allí conoció a Miyoko, una joven campesina que también había llegado desde Japón junto a su familia. “Yo tenía 22 años y ella 17 cuando nos casamos. Después nos fuimos a Brasil, donde trabajé plantando hortalizas y verduras en Punta Porá, que estaba en la frontera con la ciudad paraguaya de Pedro Juan Caballero”, relata.
Por entonces, Hideki se dio cuenta de que el sueño de su padre de que “el éxito estaba en Sudamérica” se desmoronó y comenzó un periplo que los llevó a Misiones, Mar del Plata y Buenos Aires. En la capital de la Argentina, Hideki aprendió el oficio de floricultura y a fabricar invernaderos.
Con todo el dinero que la familia logró juntar, en 1977 decidieron instalarse en la Patagonia, primero en una chacra de Villa Regina (Río Negro), donde cosecharon hortalizas y también claveles, y después en Huergo (Río Negro), donde sufrió un violento asalto en el que perdió la mano izquierda. Esa situación lo llevó, en 1982, a radicarse en Neuquén, en el barrio Confluencia Rural.
Su espíritu inquieto de aprender de todo lo llevó a tomar clases particulares con un profesor. Pero un día decidió asistir a una escuela para adultos. “Hacía muchos años que no pisaba un aula y fue muy emocionante hacerlo”, afirma. Su hija comenta: “Cuando lo veían llegar con el tractor se asustaban”.
Confiesa que lo que más le gusta es matemática, pero también desea aprender bien el castellano. Su interés por el aprendizaje lo llevó a hacer tres veces el séptimo grado. “Además me gusta conversar y debatir sobre política, historia y escribir literatura”, agrega mientras muestra un periódico de la colectividad japonesa en el que escribe sus vivencias.
"Queríamos arroz, no fiambre"
Hideki tenía 20 años cuando junto con sus padres llegó al puerto de Buenos Aires, donde no pudieron desembarcar porque los aviones estaban bombardeando la Plaza de Mayo. "Una verdadera mala suerte haber llegado ese día", dice.
Estuvieron unos cuantos días arriba del barco holandés tras dos meses de viaje. De aquel momento de incertidumbre, lo que más recuerda es ver a los obreros comiendo fiambres y bifes. "Nos asustamos, nunca habíamos visto esa comida. Teníamos hambre y no queríamos comer fiambre sino arroz", recuerda.
si pudiesemos copiar un 10% la cultura de esta gente
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