El empresario sanvicentino Miguel Tiraboschi recibió el regalo que más deseaba: el último auto que tuvo su padre 'Loli', que falleció cuando él tenía apenas 10 años.
"Aunque hace rato que no lo tengo más, mi viejo es todo para mí", dice entre lágrimas Miguel Tiraboschi, empresario sanvicentino de 46 años y vecino del pueblo de toda la vida. Busca consuelo mirando un Renault Torino modelo 80 color verde militar. "En este aparato viejo que para muchos no sirve para nada, yo siento que está mi papá".
El padre de Miguel, Arlingo "Loli" Tiraboschi, murió en un accidente de tránsito cuando él tenía apenas diez años. La familia conservó el Torino por un tiempo más. Incluso Miguel aprendió a manejar con esa cupé ZX a la que la historia le concedería el nivel de "auto clásico". "Pero después lo tuvimos que vender. Para que lo manejara mi mamá era incómodo y además traía recuerdos muy tristes", comenta.
Miguel creció y nunca dejó de pensar en el Torino. Ese mismo en el que su papá lo llevaba a la escuela o en el que, a veces, a escondidas de su mamá, le permitía "pegar el faltazo" y acompañarlo a su trabajo.
25 años atrás estuvo muy cerca de reencontrarlo. "Estaba a nombre de una empresa. Llegué a hablar con el dueño, pero me dijo que lo estaba restaurando y me pidió muchísima plata. Yo en ese momento no tenía ni dos pesos. Me fui con una calentura bárbara", recuerda.
Con el tiempo le llegó un matrimonio, tres hijos, las carnicerías San Agustín y la prosperidad económica. El Torino era una obsesión que se mantenía latente. "Yo lo seguía rastreando, pero llegaba a un punto en el que no podía avanzar más. Le consulté a gestores y ninguno daba con el auto. No quería uno parecido, quería el de mi viejo", enfatiza.
Hasta que dio en la tecla. Le encargó la misión a su amigo Luis Iansa -padre del automovilista sanvicentino Gastón Iansa, a quien Tiraboschi apoya desde que corría en karting-. El sábado pasado, el hijo mayor de Miguel, Agustín, lo convocó para comer un asado en el campo de la familia. "Vi que estaba lleno de amigos y lo primero que pensé era que se casaba mi hijo", confiesa.
Lo llevaron hasta el salón del quincho y se encontró con la cédula original del Torino y un manojo de llaves que había sobrevivido en su mesita de luz. "Cuando vi la foto de mi viejo que estaba en la mesa y por la ventana vi el Torino, se me cayó el ojete. No puedo explicar lo que sentí, lloré todo el día. Esperás algo 25 años y de golpe está en el garaje de tu casa, es increíble", sostiene. Y agrega: "Puede ser un auto viejo, modelo 80, pero era el de mi viejo. Para mí vale más que cualquier Ferrari".
En el rastrillaje, Luis Iansa y otro amigo, Fito Rettori, encontraron el vehículo abandonado en un galpón, cubierto por capas de tierra. Así y todo, el dueño insistía en que no estaba a la venta. Pero permitió que revisaran el número de chasis. Una vez que no hubo dudas de que se trataba del de "Loli" Tiraboschi, saltaron de alegría. Silvina Cantó, la esposa de Miguel, autorizó la operación. "Cómprenlo, no importa lo que pidan", indicó. Así torcieron la voluntad del dueño.
En una grúa lo llevaron al taller del mecánico de Gastón Iansa, que le hizo los arreglos necesarios para que pudiera andar. El sábado, Miguel se dio el lujo de dar una vuelta por su campo. Y ahora planea hacerlo restaurar para que quede como nuevo. "Dentro de poco me va a ver todo el mundo en el Torino por San Vicente", advierte, fanfarrón.
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